EL SÍNDROME DE PETER PAN. EPISODIO 1. CELTMAN 2018 “Dancing into the Fog”

16.12.2018 16:57

PREFACIO

Desde el pico más alto de la pirámide evolutiva, el Homo Sapiens ha manipulando a placer los procesos y dimensiones que afectan la vida sobre el planeta. Sin embargo, una de estas dimensiones se le resiste y lejos de doblegarse, lo domina y somete completamente, es el tiempo. A su paso, el tiempo imprime al todopoderoso Homo Sapiens una estricta agenda de cambios morfológicos irreversibles sobre su cuerpo y mente que inexorablemente lo arrastraran hacia su decadencia y muerte.

Desde hace un par de décadas circula en nuestro planeta un virus letal. Es un retrovirus (de la familia spabilatus virae) que infecta el sistema límbico cerebral de los Homo Sapiens de entre 40-50 años, produciendo un drástico desequilibrio de neurotransmisores, que se traduce en cambios tanto en la percepción de su propia imagen interior como de sus capacidades físicas. Los afectados inician de forma irreversible un viaje cronológico contracorriente aferrándose con uñas y dientes a una juventud que se les hace cada vez más esquiva. De forma paradójica, con el paso del tiempo los afectados se sienten más fuertes, más motivados, buscan incansablemente emociones cada vez más intensas y autenticas, adoran el riesgo y flirtean continuamente con la muerte como forma de amar a la vida. El virus es altamente contagioso, ya que se transmite predominantemente por abrazos o incluso con una simple mirada. Reconozco que estoy infectado y desde hace unos años presento síntomas inequívocos del conocido como Síndrome de Peter Pan.

            Una lluviosa mañana de Octubre de 2017,  me levanto y clavo mis ojos en los del cada vez menos familiar hombre del espejo, nuestras pupilas se dilatan y exclamamos al unísono “qué coño, ¿por qué no?”. Enciendo ansiosamente mi Mac y me apunto compulsivamente a la lotería 2018 del CELTMAN, SWISSMAN, SWEDEMAN, ALASKAMAN y PATAGONMAN. Extasiado ante mí sobrecalentado Mac y mi aún humeante tarjeta de crédito, cierro los ojos para atender a los gritos de pánico que retumban desde mi lóbulo frontal: “como te toque todo estas jodido” a lo que mi lóbulo temporal (que lleva una temporada fuera) exclama en tono conciliador ”look for the best, but expect the worse”. Una sentencia más que premonitoria que se materializaría semanas más tarde en forma de un unánime “Congrats Carlos your are in the race”. Se empezaba a fraguar la más hermosa de mis pesadillas y el que seria el gran reto deportivo de mi vida: 5 Xtri en una temporada, 4 de ellos en 51 días, Celtman y Swisman en tan solo una semana. Una locura o simplemente un ejercicio de negación de lo “racional” que trascendía más allá de mis miedos y deseos. Era hora de rejuvenecer a marchar forzadas o en su defecto desplegar la mejor versión de mi mismo en fuerza, mente y espíritu para conseguir el ansiado “repóquer” Xtri.

 

EPISODIO 1.

CELTMAN 2018

Dancing into the fog”

Se dice que las segundas partes nunca fueron buenas, pero la violencia meteorológica desatada por los dioses celtas en el CELTMAN 2017, negándonos a todos los corredores la entrada a la cima de majestuoso Benn Eighe, me dejo con una sensación de coitus interruptus emocional. En mis recuerdos se confundían imágenes de lo que fue con lo que podía haber sido, tenia que volver a las Highland de Escocia a riesgo de desvirtuar en mi memoria  el intenso carrusel de emociones vividas hacia un año.

            La estrategia para el doblete Celtman-Swissman era sencilla: a tope en el Celtman recuperación exprés en 5 días y desplegar todas mis artes de supervivencia en el Swissman. Sabía que si quería conseguir el repóquer sería necesario exprimirme como si fuese la última naranja del desierto y someterme a un lifting camaleónico extremo, así que decido ponerme en manos de los mejores. Mi entrenador  Eduard Barceló (un supercrack y PRO de los Xtri) me confeccionó un programa de entrenamiento milimétricamente ajustado a medida de mis objetivos  (me quedaba que ni traje de pingüino!), y que yo cumplía a rajatabla con una vehemencia talibán. Series de natación coqueteando con la hipoxia; series y tiradas largas de bici con interminables batallas psicológicas donde los vatios del potenciómetro finalmente se armonizaban con mis sensaciones sobre la bici; y un coctel de trail run donde fuerza, potencia, intensidad y cambios de ritmo, en proporciones justas, se entremezclaban para ser rociadas sobre las montañas del Maresme. Mi nutricionista, la eternamente sonriente Sandra Sardina, toda una estilista de la nutrición, me diseño una dieta acorde con las exigencias del programa de entreno de Edu, todo un “TETRIS” enmarcado en la puerta de mi nevera para encajar las secuencias de esfuerzo y recuperación, realzado con pinceladas de cúrcuma, pro-bióticos y omega 3. Como regalo antes del CELTMAN, Sandra me dejo hecho todo un figurín de 69 kg (180cm) y con menos grasa que un kiwi (7% de grasa corporal), así que tendría que nadar a toda hostia si no quería sucumbir en las gélidas aguas de Loc Shieldaig.

            Kiki, mi campanilla, la que siempre me recuerda quien soy y mi edad cronológica real, me conoce “com si m´hagués parit” y, cómo no, sería mi “support team”. Nadie mejor que ella para cogerme de la mano, escalar Benn Eighe y guiarme por Spidean Coire nan Clach al filo de sus fantasmagóricos acantilados hasta Ruadh-stac Mor. Aterrizamos dos días antes en Inverness, tras 2 horas de “righ-driving in the rain” (…y no es una canción) salgo del coche y ..Mierda!! el ataque en la cara de un enjambre de fucking miggies me revela que hemos llegado. Schieldaig, un pueblo bucólico embalsamado en el tiempo, bañado por las gélidas aguas del Atlántico Norte rasgadas por serpiginosos surcos eólicos en su superficie e infestado de medusas como única señal de vida  posible. Nos quedamos, como el año anterior, en casa de los entrañables Tom y Emily que me ayudaron a reparar las barras de los acoples rotos por los hooligans que trabajan en el aeropuerto de Inverness. A la mañana siguiente, fuimos a probar el agua con James, era su primer Xtri y estaba más nervioso que Sergio Ramos antes de un examen de inglés. Cómo no, llovía intensamente, me enfundo como puedo neopreno, peucos y gorro.. y splasss!!.. Por la duración del dolor y acartonamiento en la cara y manos calculo que la temperatura del agua es de unos 10 ºC (..qué bien!!.. igual que la temperatura del aire!!), busco ansiosamente a las medusas que no tardan en venir a mi encuentro, preciosas y enigmáticas. Después de 400m salimos y tras “tiritahablar” durante 15 min decidimos no hacer el gilipollas y tomarnos un café al Nani´s Bar.

            Race briefing en Torridon con los dos cachondos Paul y Stuart en kilt, que nos relatan la crónica de una predicción meteorológica más que anunciada: lluvia intensa a muy intensa, viento SSE 22-25 nudos (de través los primeros 120km de bici y de cara los 80 últimos). Parecía que los dioses celtas nos la jugarían otra vez, y que nos impedirían alcanza el high course a Benn Eighe. Pero si algo he aprendido de los Xtri, es que todo es posible. Estas carreras son puertas giratorias continuas que se abren y cierran de forma caprichosa, sales y entras en tornados entrelazados al azar. Se ha de mantener la calma y concentración para no regalar ni un centímetro a los siniestros y enfurecidos seres mitológicos que rigen la climatología de estas tierras. De camino de vuelta a Schieldaig un gran ciervo se nos cruza en la carretera y de milagro no lo atropellamos, nos miramos maravillados como niños pequeños ante un acto de magia..Uaaalaaa!!!...que guay!!. Era toda una premonición y cargados de buen rollo nos metimos pronto a la cama. Cierro los ojos y me imagino que estoy sobre una nube, me encontraba inusualmente tranquilo, relajado y muy seguro de que estábamos a punto de vivir un día inolvidable.

            01:55. Como es habitual le he ganado al despertador por 5 minutos, Kiki aun yace inerte en el lecho. Me zampo mi bol de arroz blanco con atún y voy bebiendo 500ml de Maurten (desayuno estrella de Sandra) que me entran de maravilla. Tras escasas maniobras de resucitación Kiki vuelve a estar entre nosotros. Me enfundo, por primera vez en competición, el mono exclusivo de los Clandestins SC mientras resuenan en mi interior sus palabras de ánimo. Zafarrancho de combate, hoy era el día de arriesgar y darlo todo. Con la actitud de un gladiador que busca su espada, cojo a Sam del sillín y nos dirigimos con Kiki caminando a la T1 trapicheando miradas y sonrisas. Había parado de llover (que aquí es como si el sol saliese por el oeste). Dejamos a Sam y nos dirigimos al mítico y anti-glamuroso autobús lanzadera donde me esperaba James con la mirada perdida (como Sergio Ramos en un debate de ciencias). Subimos y saludamos al gentío que nos despide como a prisioneros de Auschwitz camino de las duchas. James va a mi lado y nos contamos la vida en 30 minutos, al bajar del autobús nos apresuramos a buscar una hoguera para calentarnos mientras retumban los tambores. La melodía de las gaitas celtas se difundía por el gélido aire, acariciaba nuestros sentidos como pétalos cargados de sentimientos y se sincronizaba con nuestros corazones (..y con nuestros Garmins). Se enciende la enorme hoguera con el símbolo del triskel celta, la piel de gallina y los ojos inundados de emoción, esto hay que vivirlo!.  Foto, grito de guerra y “cap a l´aigua”. Nado los 150 metros que separan la orilla de los kayakistas que marcan la línea de salida. Temperatura del agua: fría de cojones, con diferencia más fría que el día anterior, no llevo guantes y mientras esperamos no dejo de aplaudir para calentar mis rubicundas manos. Un disparo desde la orilla y ….Salida!! me coloco a la derecha de la salida buscando la enfilación entre la punta oeste del islote Schieldaig y la famosa casa blanca a las afueras del pueblo. Nado como si me persiguiera el demonio, tenía que generar calor como sea, pasados unos 500 metros mantengo ritmo de crucero dejándome derivar por la corriente del SE en dirección a mi enfilación. Una vez más me quedo maravillado por el espectáculo del centenar de medusas que me escoltan y me persiguen unos segundos como los niños que te saludan durante una maratón. Ocasionalmente se dejan tocar, su inocua textura cartilaginosa me transporta por segundos a mi infancia cuando jugábamos a comernos flanes y gelatinas con los dedos. A pesar de que nado a buen ritmo, empiezo a notar frio sobre todo en las manos. Levanto la cabeza y estoy a punto de alcanzar la punta oeste del islote al que dejo por babor, ya se escuchan lejanas las gaitas y tambores de la T1. Es hora de apretar y darlo todo, siento las manos como dos palas y nado como si de verdad las llevase puestas. Olor de antorchas y sin mirar el Garmin sabía que estaba haciendo la mejor natación de mi vida. Salgo del agua escurriéndome entre vítores y aplausos, 51 min, subidón!!...James ha salido justo delante mío con cara de Messi tras marcar un gol de falta. Kiki corre a mi lado.. Molt bé!..superbé!!.. T1 perfecta, 3:44 min, todo un recital de automatismos sincronizados con “petonet” de despedida.. Molta sort!!! exclama Kiki mientras monto a Sam y subo la rampa de salida dejando atrás un abanico de gorros rosas sobre el mar.

            Me dirijo en dirección Torridon y, cómo no, empieza a llover. 10 km de sube y baja muy técnicos y asfalto irregular, mantengo el plan previsto de vatios: 210 watts en plano y 255 watts en subidas, para alcanzar una potencia media normalizada al final de los 200 km de 220 watts. Sam y yo nos fundimos en una simbiosis perfecta, como si ella fuera simplemente una extensión de mis extremidades. Su ritmo y cadencia de pedaleo se integran con mi frecuencia cardiaca, su potencia de biela con la contracción de mis músculos cuádriceps y vastos externos, su velocidad se ajusta y refina con mi acoplamiento y postura aerodinámica y mi sudor se desliza por el cuadro y se funde con la grasa de su cadena. Km 25 Kinlochewe, la lluvia y viento lateral del SSE arrecian, giro a la izquierda y volamos con viento de cola, me adelanta por la derecha Kiki con el coche e intercambiamos miradas y acordamos sin palabras en mantener el avituallamiento del Km 45. Sigo a rajatabla el ritmo de alimentación de carrera sugerido por Sandra (Maurten y agua cada 20 min y media barita ND3 cada media hora). Km 45, Estelada flameando de un coche en lo alto de un repecho. Kiki (que lleva un gurka-mosquitera negro de sombrero) corriendo en paralelo a mí, yo lanzo bidón vacio, ella me da geles y barritas con una mano que aguanto con los dientes, mientas con la otra mano me da bidón de Mourten, brilliant! y apenas he reducido la velocidad!. Km 65 Gairloch, voy enchufadísimo, comparativamente las sensaciones son mejores que el año anterior. Comienza una cadena de puertos cortos con bajadas peligrosas por el viento de través. Avanzo a James que esta flipando con el paisaje y dibujando una gran sonrisa (como si fuera el propio James) y que me anima: Go Carlos! Todo iba demasiado bien para ser verdad, pero el castigo a nuestra irreverencia sería un autentico carnaval meteorológico celta que se mantendría durante los próximos 80 km. Miro a estribor y , en efecto, una flota de gigantescos cumulonimbos en forma de naves nodrizas extraterrestres se aproxima hacia nosotros. Ahora es cuando entiendes a los hombres del tiempo en UK cuando anuncian “showers”, no hay chubasquero que lo aguante ni lugar donde cobijarse. El viento arrecia, la lluvia te acribilla como en una orgia de acupuntura y la sensación térmica se desploma. Si en el mar pasabas frio, aquí te congelabas sobre todo en las bajadas, y yo claro, de corto y sin guantes. Era momento de mantener la calma y concentración hasta el próximo puerto largo (Dumdonnell km 110) donde aumentaría cadencia, frecuencia cardiaca y temperatura corporal. Los dioses celtas parecían mucho más fieros y cabreados que la edición anterior y veía cómo se desvanecían nuevamente las posibilidades de que mantuviesen abierta la entrada a Benn Eighe. Pero no era momento de lamentaciones, si había la más mínima posibilidad la aprovecharía, solo tenía que esperar que se abriera una de las puertas giratorias en el impase entre dos tornados. Km 135, una Kiki caladísima me espera en lo alto del puerto, paro y cambio de chubasquero, la larga bajada en estas condiciones promete. Llego al segmento de la autopista en medio de un vendaval, algunos corredores paran para cambiarse de ropa, yo decido apretar para calentarme y regalarle a mis castigadas piernas una gratificante ducha caliente de líquido úrico de cosecha propia. Km 170, puerta giratoria a mi favor!, las naves nodrizas se alejan hacia el NE, dirijo la mirada en dirección Torridon y la cima de Benn Eighe se va escampando y encima rolada brutal de viento a mi favor! Veo a Kiki que me dice: “faig un pipi i ara t´agafo”. Km 180, giro a la derecha, pregunto a otros supporters mi posición: “16th”. Me muerdo el labio inferior y aprieto a muerte! … y la Kiki? “era només un pipi?”..Km 180, sin noticias de Kiki, miro hacia atrás una y otra vez, nada. Veo acercarse a James: “Hey, we are smashing the bike, mate!” Mantenemos distancia para evitar el drafting. Aparece Kiki que se había despistado en un cruce. Me da un bidón de cocacola que me supo a gloria bendita. Km 190, mantenía mi promedio de vatios como si hubiese llevado un manual de apuntes debajo del manillar. Última bajada minada de gravilla antes de la T2, rezaba por no pinchar. Giro a la izquierda, James y yo llegamos juntos a la T2 tras 6h53m en 200 km de un segmento de bike surrealista, desmontamos y nos fundimos en un fuerte abrazo.

            Entro en la T2, dispuesto en un pequeño descampado, me cambio calcetines y zapatillas, Kiki me ayuda a ponerme la mochila, “petonet” y a correr!!. En esta edición del CELTMAN los primeros 19 km discurren por senderos estrechos en un parque natural de subida suave continua. Llevaba 8 horas de carrera y el corte al km 19 para entrar en Benn Eighe era de 11 horas. Tenía tiempo y apenas la lluvia chispeaba, pero no me la podía jugar. Comienzo a correr a ritmo cómodo, James me sigue a unos 150 metros. Km 8, primeras rampas que surcan un sotobosque protegido con unas vistas espectaculares del valle. Km 13, decidimos con James y su runner correr juntos hasta el check point del Km 19 a ritmo constante de 4.40min/km. De repente, el cielo se ensombrece, nuevamente la armada de cumulonimbos nos acecha por el norte y el viento lateral acaba por borrarnos el más mínimo atisbo de sonrisa. Pintan bastos, una gigantesca masa de esponja gris aterriza sobre la cima de Benn Eighe, acojonados por lo casi inevitable apretamos el ritmo. 4:20 km/min en los últimos 4 km. Llegamos a la T2A, check point posición 15 y 16. Y escucho música celestial para mis oídos: “the mountain is open for you guys”. Kiki me esperaba preparada con el check in de las mochilas hecho, y a escalar!!. Estaba emocionado y muy cansado del esfuerzo de los últimos Kms. Seguimos un sendero serpiginoso vertical en los que la temperatura y visibilidad decrecían con cada curva, a los 2 km de ascensión el sendero se desvanecía y la visibilidad era tan solo de 3 metros, estábamos condenados a seguir sin convicción a la pareja de delante tan invidente como nosotros. Último Km de ascensión muy técnico, íbamos empapados hasta los huesos por el incesante chirimiri, imposible ponerme los guantes mojados. Un marshal nos informa que solo los 40 primeros pudimos entrar en la montaña. Cuando peor lo estábamos pasando, acuden a nuestro rescate los acordes de un gaitero que nos despiertan de nuestro letargo y nos trasportan a un estado místico y eterno. “The Piper” nos hizo de autentico perro lazarillo, remolcandonos con sus líricas hasta la cima de Benn Eighe. Kiki congelada con un Raynaud que le estrangulaba sus pálidos dedos. Caminar por el acantilado se convirtió en una suerte de aprendiz de equilibrista vendado y sin red de protección. Casi a tientas, llegamos al emblemático Ruadh-stac Mor, nuevo check point y comienza un descenso tan vertical como escarpado, imposible de adivinar el camino correcto. Por fin! desaparece la nieva que nos descubre una acuarela con todas las tonalidades de verde centradas por un lago turquesa, una imagen de postal sin el menor rastro de vida humana, ni camino a seguir. Corremos intuitivamente hacia el suroeste hasta alcanzar el camino de vuelta a Torridon saludándonos con aquellos que hacían la low course. Llegamos al parking, Kiki coge el coche y yo sigo solo los 9 km que faltan hasta la meta. 2 Km  para meta: “Welcome to Torridon” supercontento corro con soltura, ya con un ojo puesto en el Swissman de la próxima semana. Último Km, ya tengo en el bolsillo el primer As del repoker. Me alcanza Chris Knight (al igual que yo se encuentra en un estado avanzado del síndrome de Peter Pan) y esprintamos los últimos metros como niños que se pican en el patio de la escuela, fantástico! Cruzo la meta en 15h02 min, Blue T-shirt posición 23 tras la maratón de montaña más dura y técnica que he hecho jamás. 

Una característica CELTMAN, que sin duda la hace muy singular, es su fórmula magistral contra las agujetas tras la carrera. Los organizadores te retan/invitan (si tienes cojones) el día después de la carrera a un “guateque celta” que ni en la mejores bodas. Bailas, saltas, cantas, giras y te entrelazas entre acordes ancestrales con todos y cada uno de los habitantes del lugar. Se genera una atmosfera mágica que se condensa dentro de tu corazón y te la llevas de recuerdo a casa, para siempre.

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Beyond the limits. Carlos Molina cmolina@vhebron.net